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Tengo ganas de contarte...

Monday, May 07, 2007

Nanny soñaba con serpientes

—Sueño con serpientes, Reinaldo. Están colgadas del techo en una habitación amplia y oscura y yo camino entre ellas; asustada las evito mientras se mueven amenazantes. He soñado con ellas por mucho tiempo.

El día que conocí a Nanny me sorprendieron su pelo largo y su pose digna. Su mirada emanaba una sexualidad recóndita. Había mucho de impenetrable en ella, y yo, inquieto, trataba de fisgonear en lo que me parecían sus indescifrables signos. Nanny tenía un humor trágico, como aquella tarde en Santiago, antes de huir por la ventana, cuando puso a sonar la Internacional a todo volumen. Todo en ella era soledad; era una soledad con imágenes de las selvas del Paraguay, de las playas de Recife, de la carcel, de la muerte. Yo simpatizaba con ellas desde mi soledad pequeña, conformada por mi imposibilidad de escribir, mi imposibilidad de componer y mi imposibilidad de amar.

—¡Creo que hay un ratón muerto en la heladera! —me dijo inquieta un día desde el teléfono de su casa.
—¿Creés que podés venir y sacarlo? ¡Me muero del asco! —Diez minutos mas tarde abría yo la puerta de la nevera; ella, a unos cinco pasos, me miraba inquieta y con ojos de alumbrada.
—¡Sniff, sniff... ¿tuviste invitados anoche? Creo que es queso francés —le dije mientras sacaba lo que iba a ser mi cena esa noche. El suceso se convirtió en el mejor chiste de su círculo íntimo de amigos, aparte del día en que la llamé hablando como el pato Donald y ella, incrédula, no se atrevía a colgar.

Nanny cantaba con una voz desgarradora y amable al mismo tiempo. Se auto denominaba cantora, y no cantante, para anular cualquier posibilidad de identificación con la canción protesta y el lirismo sentimental de la canción popular. La protesta, decía, está inevitablemente arraigada en cada linea de la poesía.
—¡Me importa un carajo lo que diga la gente —me respondió un día.
—¡Por supuésto que no soy músico, soy un trovador!

Un buén día nos separamos. Yo tomé el camino de la mística; ella configuraba su propio grupo de cantores. Amable me justificaba mis cambios, mi propia búsqueda musical y poética. Los acordes de mi guitarra comenzaban a producir sonidos extraños a la tierra mojada, a las hojas, al continente, y ella, compasiva, trataba de entenderlos como a una lengua extraña. Nos abrazamos con un beso lleno de respeto y de mutua admiración.
Un día salió a beber con sus pesadillas. Terminó encantando a las serpientes.

-A Nanny Barrett

Christy y la Luz


Fotografía: Christy Mock, 2001

Christy y la luz se entienden. Son amantes la una de la otra concatenándose en un momento de comunión íntimo, silencioso.